Chakra Corazón Central – ANAHATA: derecho a querer y ser querido.
Cuarto chakra: El poder emocional. Centro a través del cual amamos. Derecho a querer y ser querido.
¿Estoy buscando Amor y dirección?
El cuarto chakra es la estación central del sistema energético humano. Es el centro de identidad, es el que vive la experiencia de todo lo que sucede en los demás chakras, esta relacionado con la intuición y con la sanación Kármica
El corazón central se hace eco de nuestras percepciones emotivas, las cuales determinan la calidad de nuestra vida mucho más que las percepciones mentales. Cuando somos niños reaccionamos ante las circunstancias con toda una gama de emociones: amor, compasión, envidia, confianza, esperanza, desesperación, odio, celos y miedo. Cuando somos adultos, se nos desafía a generar en nuestro interior un ambiente y una estabilidad emocional con los cuales actuar conscientemente y compasivamente. Miedo a la soledad, al compromiso y a «obedecer al corazón»; miedo a la incapacidad de protegerse emocionalmente; miedo a la debilidad y traición emocionales. La pérdida de energía del cuarto chakra puede dar origen a celos, amargura, rabia, odio e incapacidad de perdonar.
Al estar en el centro el cuarto chakra, media entre el cuerpo y el espíritu y determina su salud y fuerza. La energía de este chakra es de naturaleza emocional y contribuye a impulsar el desarrollo afectivo. Representa la lección espiritual que nos enseña a manifestar el amor y la compasión y a reconocer que la energía más potente que tenemos es el amor.
El corazón central es el único centro de identidad, es donde reside el alma Divina o monopolo magnético, establece nuestra identidad como una dirección a través del tiempo en el espacio, ahí donde nuestro flujo de energía único nos conecta con el flujo de toda la vida o como estamos conectados al universo. Podríamos decir que el universo experimenta la vida a través de nosotros.
El corazón central es el que da sentido a quienes somos, lo que hacemos y el amor. Este es el centro del amor y la dirección. Conecta con nuestro verdadero yo, con quienes somos en realidad.
Amarse a sí mismo, es el desafío del cuarto chakra, significa tener valor para escuchar los mensajes de las emociones y las directrices espirituales del corazón. El arquetipo al que con más frecuencia nos guía el corazón para sanar es el del «niño herido». El amor a sí mismo comienza por enfrentarse a esta fuerza arquetípica del interior de la psique y liberarnos de la autoridad del niño herido. Si no se curan, las heridas nos mantienen anclados en el pasado, porque nuestras heridas no hacen daño a quien nos hirió, sino a nosotros
El creador de la pelicula o ilusión “Maya”
Antes de nuestra encarnación el SER (Purusha) o monopolo magnético y la configuración karmica individual, o alma individual con el karma llamada en diseño humano “cristal de diseño” encajan perfectamente y según se va formando el cuerpo del bebe durante el embarazo, el monopolo magnético se instala en el corazón central que representa al productor de la película, comenzando así el “maya o pelicula” de la experiencia, crea el corazón derecho donde instala el diseño del alma o cristal de diseño (inconsciente) al que designa como director de maya “ilusión” , da forma a otro más el corazón izquierdo al que le asigna el rol de actor (consciente) personalidad o ego y deja que lo gobierne el Director (corazón derecho). Ambos son chakras menores dependientes del corazón central.
El corazón derecho que contiene el guion kármico es el que mete la presión tanto en chakra corona, como en el chakra raíz, la presión consciente bien por el centro ajna y la presión inconsciente viene por el centro raíz, así se crea lo que se describe como la ilusión de la separación, en la que el corazón central es el productor y testigo silencioso. Esta separación crea una especie de anhelo entre ellos, que experimentamos como búsqueda continua de amor, de una manera u otra toda la vida tiene que ver con el Amor, debido a esta separación la mente saca partido a esta búsqueda impulsando a buscar amor fuera de nosotros. Sin darnos cuenta que el Amor verdadero esta contenido en este centro.
Ubicación: Centro del pecho.
Chakras con los que interactúa y gobierna plexo solar, Corona, interactúa con Garganta, Raíz, gobierna los chakras secundarios: Corazón derecho y corazón izquierdo son sus chakras secundarios, Gobierna los chakras secundarios Chakra de Timo, 2 chakras del bazo, chakra unión de clavícula, chakras de las corvas rodillas y chakras de las palmas de las manos.
Conexión energética con el cuerpo físico: Corazón y aparato circulatorio, costillas, pechos, timo, pulmones, hombros, brazos, manos y diafragma.
Biológicamente gobierna las glándulas timo y páncreas y el corazón, sangre, sistema circulatorio, nervio vago , gobierna los brazos y la glándula mamaria derecha
Disfunciones físicas: Fallo cardiaco congestivo, infarto de miocardio (ataque al corazón) prolapso de la válvula mitral, cardiomegalia, parte superior de la espalda hombros cáncer de mama corresponde a este o al chakra izquierdo o derecho.
Conexión energética con el cuerpo emocional/mental: Este chakra se hace eco de nuestras percepciones emotivas, las cuales determinan la calidad de nuestra vida mucho más que las percepciones mentales. Cuando somos niños reaccionamos ante las circunstancias con toda una gama de emociones: amor, compasión, envidia, confianza, esperanza, desesperación, odio, celos y miedo. Cuando somos adultos, se nos desafía a generar en nuestro interior un ambiente y una estabilidad emocional con los cuales actuar conscientemente y compasivamente.
Manifestaciones mentales y/o emocionales, Amor y odio, Resentimiento y amargura, aflicción y rabia, egocentrismo, soledad y compromiso, perdón y compasión, esperanza y confianza. Es muy importante encontrar el equilibrio entre lo que hacemos por los demás, y lo que hacemos para nosotros mismos. Debemos por tanto aprender a dar y a recibir, ya que si solo damos y no recibimos nos desequilibramos.
Conexión simbólica/perceptiva: El cuarto chakra representa más que ningún otro nuestra capacidad para «abandonarnos en las manos de Dios». Con esta energía aceptamos nuestros problemas emocionales como una prolongación del plan divino, cuya intención es nuestra evolución consciente. Liberando el dolor emocional, liberándonos de la necesidad de saber porqué las cosas han ocurrido como han ocurrido, llegamos a un estado de serenidad. Para lograr esa paz interior, sin embargo, tenemos que adherirnos a la energía curativa del perdón y liberarnos de la necesidad inferior de justicia humana autodeterminada.
Miedos principales: Miedo a la soledad, al compromiso y a «obedecer al corazón»; miedo a la incapacidad de protegerse emocionalmente; miedo a la debilidad y traición emocionales. La pérdida de energía del cuarto chakra puede dar origen a celos, amargura, rabia, odio e incapacidad de perdonar.
Fuerzas principales: Amor, perdón, compasión, dedicación, inspiración, esperanza, confianza y capacidad para sanarse uno y sanar a otros.
El Corazón Central es el centro de identidad, es el que vive la experiencia de todo lo que sucede en los demás chakras. esta relacionado con la intuición y con la sanación Kármica
Este chakra no es gobernado por nadie, ES el Paramatma (alma divina). ES el Testigo y Creador.
El Corazón Central esta asociado con El centro (combustible) pránico del corazón. cuando esta abierto, funcionando armónicamente y equilibrado en vórtices anterior y posterior, aporta prana a este centro, en caso contrario, consume prana de este centro
Cuerpo o envoltura con las que interactúa o Gobierna. Gobierna el cuerpo físico (físico) dimensión 1 y 2 y el cuerpo causal dimensión 4, interactúa con cuerpo sutil y con envoltura del intelecto dimensión 3, también interactúa en los cuerpos del alma individual dimensiones 5 y 6, y del alma grupal dimensión 7
Elemento que predomina y lo nutre: elemento aire, y su sentido es el tacto. Órgano de acción las manos, y su fuerza el equilibrio.
Verdad sagrada corazón central
El cuarto chakra es el centro del poder del sistema energético humano porque El amor es poder divino. Si bien generalmente la inteligencia, o «energía mental», se considera superior a la energía emocional, en realidad esta última es la verdadera motivadora del cuerpo y espíritu humanos. El amor en su forma más pura, es decir, el amor incondicional, es la sustancia de lo Divino, con su infinita capacidad para crear. Nuestros corazones están diseñados para expresar belleza, compasión, perdón y amor. Va en contra de nuestra naturaleza espiritual actuar de otra manera.
Nacemos expertos en amor es nuestra naturaleza, condicionada por distintos velos, como el deseo, apegos, ignorancia, etc. y nos pasamos la vida soltando estos condicionantes. Su energía es poder puro. Nos sentimos atraídos e intimidados por el amor en igual medida. El amor nos motiva, nos domina, nos inspira, nos sana y nos destruye. El amor es el combustible de nuestro cuerpo físico, sutil y espiritual. Cada uno de los desafíos de la vida es una enseñanza sobre algún aspecto del amor. La forma en que respondemos a estos desafíos queda registrada en nuestros tejidos celulares; vivimos dentro de las consecuencias biológicas de nuestras elecciones biográficas.
(fuente ´anatomía del espíritu´ Caroline Myss)
La trampa del corazón
El segundo escollo cuando te esfuerzas por ser maestro y sanador está en el área del corazón. El corazón es un punto de encuentro de muchas energías. El centro del corazón (o chakra) forma el puente entre el cielo y la tierra y entre los centros de energía o chakras superiores e inferiores. El corazón “recoge” energías de diferente origen y es capaz de reconocer la unidad subyacente. El corazón te permite trascender la dualidad y acercarte a la otra persona con amor y compasión.
El corazón es el asiento de tu capacidad para sintonizarte con la energía de otra persona y sentir lo que es ser esa persona. Es el centro de la empatía. Por lo tanto, es evidente que el corazón desempeña un papel muy importante en cualquier forma de enseñanza, sanación y curación espirituales. Muchos de vosotros sois empáticos naturales: tenéis una inclinación natural a sentir los estados de ánimo y las energías de los demás, y esa habilidad te resulta de gran utilidad cuando trabajas con personas.
Sin embargo, también existe un inconveniente importante relacionado con esa capacidad. Tu sensibilidad hacia la energía de otras personas puede ser tan fuerte que te resulte difícil distinguir entre tus propias emociones y las del prójimo. A veces absorbes la energía de la otra persona con tanta fuerza que pierdes el sentido de ti mismo. Al querer ayudar tanto a otra persona, sobre todo porque sabes cómo se siente, es posible que tus energías se mezclen y empieces a acumular cargas que no son tuyas.
Cuando eso sucede, se produce un desequilibrio. Estás dando demasiado. Cuando te dejas llevar por el sufrimiento de otra persona y te desvives por ayudarla, sobrepasas tus límites y esa energía que das en demasía se volverá en tu contra. Esa energía extra se destina a la otra persona, pero no contribuye a la solución de su problema. Es posible que el paciente no pueda recibir o integrar o esa energía, que le asuste o que simplemente le pase desapercibida. Y, entonces, tú acabarás sintiéndote cansado, molesto y frustrado.
Gracias a las señales que te envían tu cuerpo y tus emociones, puedes saber cuándo estás dando demasiado. Sentirte vacío, frustrado o pesado después de haber atendido a in paciente o haber intentado ayudar a alguien en general, indica que te has esforzado demasiado.
Cuando ofreces enseñanza y curación desde un punto de vista equilibrado y centrado, te sientes libre, vivo e inspirado. Una vez finalizada la reunión con alguien, fácilmente recuperas tu energía y te pones en contacto contigo mismo. Sueltas a la otra persona y no quedan vínculos ni hilos entre tus campos de energía.
Si un vínculo energético permanece con la otra persona porque deseas desesperadamente que se recupere o sea feliz, ese vínculo tiene un efecto destructivo en tu energía. Si permaneces preocupado por el cliente, absorberás demasiado sus energías emocionales. Darás de ti mismo para aliviar su carga y es ahí donde surge entre ambos una dependencia emocional que va en ambos sentidos. El paciente comienza a depender de ti y tu bienestar dependerá del suyo. Este enredo de energías no es útil para el paciente y a ti te está agotando.
¿Por qué es tan común que ocurra esto cuando empiezas a ayudar a la gente? ¿Por qué es tan difícil eludir ese peligro, especialmente para los Trabajadores de la Luz? ¿De dónde proviene esa dolorosamente fuerte necesidad de sanar y sanar, y de hacer del mundo un lugar mejor? Pues, en parte, ese deseo natural en ti se explica por la historia de tu alma tal como se relata en la primera parte de la serie de canalizaciones titulada «Los Trabajadores de la Luz», que puedes escuchar completa o por capítulos en este mismo canal. Tú tienes la misión interior de traer enseñanza y sanación a este mundo; sin embargo, la tendencia a dar demasiado surge de un dolor en ti mismo del que no eres totalmente consciente. Ese dolor te convierte en un ser “demasiado ansioso” por dar.
Hay un dolor y una tristeza en tu corazón que te impulsan a buscar una nueva forma de ser, un nivel de conciencia que esté más en sintonía con la Divinidad Natural de todo lo que vive. Sientes nostalgia por una realidad más amorosa y pacífica en la Tierra. En vuestra encarnación actual, no habéis venido a explorar los caminos del ego, ya estás cansado y hastiado de eso. Has venido a responder a una antigua canción de tu alma. Has venido a ayudar a restaurar la paz, la alegría, el respeto y la conexión en la Tierra.
Tu cuerpo emocional ha sido marcado por muchas vidas en las que te esforzaste por hacer descender la Luz de tu alma y encontraste resistencia y rechazo. Has venido aquí con grandes reservas y al mismo tiempo la antigua flor de la pasión no se ha marchitado en ti. ¡Estás aquí de nuevo! Pero ahora, debido al dolor que potas dentro, eres como una flor delicada y sensible que necesita el terreno idóneo para poder crecer y florecer. La base que todos necesitáis es una sensación firme de estar arraigados a la Tierra y centrados en vosotros mismos.
Al decir «arraigado» quiero decir que necesitas enraizarte en la tierra, ser consciente de cómo funciona la realidad terrestre, saber cuáles son los elementos con los que tienes que lidiar mientras vives en un cuerpo físico. A veces, estás tan enamorado del espíritu que quizá te olvides de cuidar bien de ti y de tu cuerpo. Te vuelves “espaciado” o demasiado idealista e irreal. A menudo, a todos os gustaría trascender la realidad terrestre, pero es sólo a través de la tierra, sintiéndoos en casa y a gusto con el elemento tierra, cuando la energía de vuestra alma puede florecer aquí.
Por «centrado» quiero decir que tendrías que ser fiel a tus propios sentimientos, a tu propio sentido de lo que es correcto para ti. Como ser humano, tienes un ego o personalidad individual que te separa de los demás. El ego cumple una función valiosa. Te permite enfocar la energía específica de tu alma en la realidad material. ¡No querrás renunciar a tu individualidad por ningún “bien mayor”! Tú no estás aquí para eliminar tu ego; estás aquí para dejar que la Luz de tu alma brille a través de tu ego y necesitas que tu ego manifieste tu energía exteriormente.
A causa del dolor infligido a tu alma, debido a tu hartazgo de lo viejo, porque deseas alcanzar la tierra prometida de la Nueva Tierra, es posible que te desarraigues y te descentres. Tiendes a impulsar el cambio cuando no es el momento adecuado o intentas despertar a las personas a un ritmo que es más rápido del que pueden manejar. Te vuelves “demasiado ansioso por dar”. Tal entusiasmo puede tomar la forma de una gran implicación con una buena causa o de preocuparse intensamente por el bienestar de los demás. Pero, en el fondo, hay impaciencia e inquietud. Puede que te sientas inspirado por un tiempo, apasionado e involucrado, pero en algún momento te decepcionarás y luego te sentirás agotado y enojado porque has consumido tus recursos energéticos.
El peligro del corazón, el peligro de dar demasiado, surge de no aceptar la realidad tal como es. Hay una impaciencia y una inquietud en ti que te dificulta soltarlo y por ello te resultará difícil mantener la distancia emocional adecuada con las personas a las que intentas ayudar o con las causas en las que está involucrado.
Todos vosotros sois maestros y sanadores y tenéis una misión en la Tierra. Pero para llevarla a cabo verdaderamente, paradójicamente, tenemos que desapegaros de esa terrible necesidad de cambiar las cosas, porque vuestro afán por hacerlo tiene un toque de dolor, el dolor de no sentirte como en casa en la Tierra.
El verdadero cambio espiritual siempre comienza desde una base de aceptación. Para convertirte verdaderamente en el maestro y sanador que quieres ser, tendrías que aceptar tu propio dolor y sanarlo. Es necesario que estés en paz con tus emociones más profundas de miedo e ira. Si lo haces así, descubrirás que, la urgente necesidad de dar a los demás o de participar en una “buena causa”, da paso a un sentimiento muy tranquilo de paz y aceptación; y es entonces cuando tu resplandor realmente adquiere una cualidad sanadora.
Desapegarse del dolor y de las pruebas de los demás y cederles por completo el tiempo y el espacio para que pasen por su propio proceso, puede provocarte dolor interior. Eso se debe a que te devuelve a tu propia soledad y a la sensación de estar perdido en esta realidad terrenal. La diferencia entre este mundo duro e imperfecto y la realidad con la que sueñas, mucho más pura y hermosa que ésta, te duele en lo más profundo. El desafío estriba en no huir de ese dolor, dejarlo entrar plenamente en tu conciencia y extender tus alas de ángel a su alrededor.
Cuando reconozcas tu afán por ayudar o luchar por una buena causa y te des cuenta del dolor oculto que hay ahí, la parte de no aceptar la realidad tal como es, podrás empezar a desapegarte. Tan pronto como te des cuenta de que tu afán e impaciencia provienen de un dolor y una tristeza internos, podrás dejar de dar tanto. Puedes centrarte en ti mismo y hallar formas de estar en paz con quién eres para así empezar a darte a ti mismo.
Haciéndolo así, te conviertes en un Trabajador de la Luz totalmente arraigado y centrado, aceptándote a ti mismo y a los demás. Lo mejor que puedes hacer como Trabajador de la Luz es poner tu energía a disposición de los demás. Enseñas y sanas irradiando la “energía de la solución” que está presente en tu propio campo energético. A menudo atraes hacia ti a personas con exactamente el mismo tipo de problemas por los que tú mismo has pasado. Tú mismo has llegado al fondo de esas cuestiones y, por lo tanto, en esas áreas has alcanzado un conocimiento y una pureza que se han convertido en parte de tu ser. Esas son tus partes iluminadas. Son sagradas e inviolables y no se pueden perder. No se construyen a partir de conocimientos aprendidos que puedas olvidar. Lo que tienes para ofrecer a los demás no es una herramienta ni una teoría, eres tú transformado por la vida, la experiencia y el coraje para afrontar tus heridas internas.
El “trabajo ligero” que tendrás que hacer a este respecto te llegará sin esfuerzo. Será algo que te resultará muy natural. Para encontrar tu misión, eso que «tienes que hacer» en la vida, sólo se requiere que seas consciente de lo que verdaderamente anhelas y hacer las cosas que te inspiran. Cuando lo hagas, lanzarás tu energía al mundo y otros se sentirán conmovidos e inspirados por ella, a veces de maneras de las que ni siquiera serás consciente. En realidad, ya no hay nada que hacer. Este es el Servicio de Luz que viniste a prestar.
Los Trabajadores de la Luz que conocen el equilibrio entre dar y recibir, tendrán más paz y disfrute en la vida y, por lo tanto, irradiarán la “frecuencia de la solución” aún más fluidamente desde su campo de energía. Son sensibles y empáticos, aunque también tienen un sentido claro de sus limitaciones personales. Se permiten recibir con la misma facilidad que dan y, de esa manera, tanto el flujo de dar como el de recibir se harán más fuertes en su vida.
JOSHUA vía Pamela Kribbe
Aprendizaje del poder del Amor
Dado el poder que tiene el amor, vamos conociendo esta energía en fases o etapas. Cada fase nos presenta una lección sobre la intensidad y las formas del amor: perdón, compasión, generosidad, amabilidad, cariño por uno mismo y los demás. Estas fases siguen el diseño de los chakras: comenzamos a conocer el amor dentro de la tribu, asimilando las numerosas expresiones de esta energía de nuestros familiares. El amor tribal puede ser incondicional, pero generalmente transmite la expectativa de lealtad y apoyo a la tribu: en el ambiente tribal el amor es una energía que se comparte entre personas de la misma ciase.
Cuando despierta el segundo chakra y conocemos los lazos de la amistad, el amor se amplía para incluir a «extraños.» Expresamos el amor queriendo a personas con las que no nos unen lazos sanguíneos y compartiendo con ellas. Cuando el tercer chakra despierta, descubrimos el amor de las cosas externas, de nuestras necesidades personales, físicas y materiales, entre las cuales puede estar el deporte, los estudios, la moda, el galanteo y el emparejamiento, el trabajo, el hogar y el cuerpo. Estos tres chakras tienen que ver con el amor en el mundo externo.
En alguna época de nuestra civilización, estas tres prácticas del amor eran lo único que requería la vida. Muy pocas personas necesitaban algo más que el amor tribal y de pareja. Pero con el advenimiento de la psicoterapia y el movimiento de la espiritualidad, el amor se identificó como la fuerza que influye y tal vez determina la actividad biológica. El amor nos ayuda a sanar a otras personas y a nosotros mismos.
Las crisis de la vida cuyo núcleo es un problema de amor, como el divorcio, la muerte de un ser querido, el maltrato emocional, el abandono o el adulterio, suelen ser causantes de una enfermedad, no sólo un acontecimiento que la precede por simple conciencia. La curación física suele requerir la curación de los problemas emocionales.
Amarse, el camino hacia lo Divino
La expresión «Si no te amas a ti mismo no puedes amar a nadie» es muy común. Sin embargo, para muchas personas amarse a sí mismas continúa siendo un concepto vago que se suele manifestar de diversas formas materiales, como comprarse un montón de cosas por capricho o tomarse unas fabulosas vacaciones. Pero recompensarse con viajes y caprichos, es decir, utilizar el placer físico para expresarse afecto, no es el verdadero amor, es el amor del tercer chakra. Si bien este tipo de recompensa resulta placentero, puede obstruir el contacto con las turbulencias emocionales más profundas del corazón, que surgen cuando necesitamos evaluar una relación, un trabajo o alguna otra circunstancia difícil que afecta a nuestra salud. Amarse a sí mismo, como desafío del cuarto chakra, significa tener valor para escuchar los mensajes de las emociones y las directrices espirituales del corazón. El arquetipo al que con más frecuencia nos guía el corazón para sanar es el del «niño herido».
El «niño herido» que hay dentro de cada uno de nosotros contiene estructuras emocionales lesionadas o atrofiadas de nuestra juventud, en forma de recuerdos dolorosos, actitudes negativas e imágenes personales disfuncionales. Sin darnos cuenta, podríamos continuar actuando dentro de estas estructuras cuando somos adultos, aunque con otras modalidades. Por ejemplo, el miedo al abandono se convierte en celos, y el abuso sexual en sexualidad disfuncional, lo que suele ser causa de una repetición de las mismas violaciones con nuestros propios hijos. La imagen negativa que tiene un niño de sí mismo puede convertirse después en causa de disfunciones, como la anorexia, la obesidad, el alcoholismo y otras adicciones, o en temor obsesivo al fracaso. Estas modalidades pueden dañar las relaciones afectivas, la vida personal y profesional, y la salud. El amor a sí mismo comienza por enfrentarse a esta fuerza arquetípica del interior de la psique y liberarnos de la autoridad del niño herido. Si no se curan, las heridas nos mantienen anclados en el pasado.
Sanar es posible mediante actos de perdón. En la vida y las enseñanzas de Jesús, el perdón es un acto de perfección espiritual, pero también un acto físicamente curativo. El perdón no es una mera opción, sino una necesidad para la curación. Jesús siempre sanaba primero los sufrimientos emocionales de sus pacientes; la curación física venía naturalmente después. Si bien las curaciones de Jesús han sido interpretadas por muchos teólogos y maestros de escuela dominical como una recompensa divina por la confesión de mala conducta por parte del receptor, el perdón es un acto espiritual esencial que ha de producirse para que la persona se abra totalmente al poder sanador del amor. Amarnos a nosotros mismos significa querernos lo suficiente para perdonar a las personas de nuestro pasado, a fin de que las heridas ya no puedan hacernos daño, porque nuestras heridas no hacen daño a quien nos hirió, sino a nosotros. Desprendernos de esas heridas nos capacita para pasar de la relación infantil con lo Divino, de los tres primeros chakras, a una relación en que participamos con lo Divino en la manifestación del amor y la compasión del cuarto chakra.
Las energías del cuarto chakra nos impulsan aún más hacia la madurez espiritual que trasciende el diálogo padre-hijo con lo Divino, trasciende el pedir explicaciones de los acontecimientos, trasciende el miedo a lo inesperado. El niño herido cree que lo Divino es un sistema de recompensa y castigo, y que tiene explicaciones lógicas para todas las experiencias dolorosas. El niño herido no entiende que en todas las experiencias, por dolorosas que sean, hay percepciones y conocimiento espiritual. Mientras pensemos como niño herido, amaremos condicionalmente y con mucho miedo a las pérdidas.
Nuestra cultura en general está evolucionando hacia la curación de su insistencia en las heridas y en el ser víctimas. De todos modos, una vez que estamos dentro del poder de las heridas, nos resulta difícil ver la manera de liberarnos de ese poder negativo y avanzar para llegar a ser «no heridos» y autocapacitados. La nuestra es una «cultura del cuarto chakra» que aún no ha salido de las heridas para entrar en la edad adulta espiritual.
Despertar del yo consciente
Salimos del cuarto chakra pasando por él y aprendiendo sus lecciones. Cuando la persona entra en el interior de su corazón, deja atrás las formas conocidas de pensar de los tres chakras inferiores, en particular el corazón tribal. Se libera de la protección de explicaciones habituales como «Mi prioridad son las necesidades de mi familia» o «No puedo cambiar de empleo porque mi esposa necesita sentirse segura», y su corazón la recibe en su puerta con una sola pregunta: « ¿Y yo qué?» Esa pregunta es una invocación que nos presenta información reprimida durante años, pero bien registrada, y que en un instante puede determinarnos un nuevo camino. Podríamos intentar retroceder y entrar de nuevo en la protección de la mente tribal, pero su capacidad de consolarnos ya ha desaparecido.
Comenzamos la formidable tarea de llegar a conocernos descubriendo nuestra naturaleza emocional, no en relación con ninguna otra persona n¡ cosa, sino en relación con nosotros mismos. Haya o no haya otra persona que desempeñe un papel principal, uno necesita preguntarse: « ¿Qué me gusta? ¿Qué amo? ¿Qué me hace feliz? ¿Qué necesito para estar equilibrado? ¿Cuáles son mis fuerzas? ¿Puedo confiar en mí mismo? ¿Cuáles son mis debilidades? ¿Por qué hago las cosas que hago? ¿Qué me hace necesitar la atención y aprobación de los demás? ¿Soy lo suficientemente fuerte para intimar con otra persona y, aun así, respetar mis necesidades emocionales?»
Estas preguntas son diferentes de las de la mente tribal, que nos enseña a preguntan ¿ Qué me gusta en relación con los demás? ¿Hasta qué punto puedo ser fuerte y seguir siendo atractivo para los demás? ¿Qué necesito de los demás para ser feliz? ¿Qué tengo que cambiar en mí para conseguir que alguien me ame?
No nos resulta fácil dedicarnos a contestar estas preguntas de auto exploración porque sabemos que las respuestas nos exigirán cambiar de vida. Antes de los años sesenta, este tipo de auto examen era el dominio más o menos exclusivo de miembros marginales de la sociedad: místicos, artistas, filósofos y otros genios creativos. Conocer al «yo» activa la transformación de la conciencia humana y para muchos artistas y místicos la consecuencia de ello ha sido, entre otras cosas, la aparición de episodios de depresión, desesperación, alucinaciones, visiones, intentos de suicidio y trastorno emocional incontrolable, además de elevados estados de éxtasis combinados con erotismo físico y trascendental. Comúnmente se creía que el precio del despertar espiritual era demasiado elevado y arriesgado para la mayoría de las personas, y estaba destinado sólo a unos pocos «dotados».
La apertura del cuarto chakra ha cambiado también nuestra conciencia sobre la salud, la curación y las causas de la enfermedad. Mientras que en otros tiempos se creía que la enfermedad tenía esencialmente su origen en los chakras inferiores, la genética y los gérmenes, ahora vemos el origen de la enfermedad en grados tóxicos de estrés emocional. La curación comienza con la reparación de las lesiones emocionales. Todo nuestro modelo médico debe reformanse en torno al poder del corazón.
Trascender el lenguaje de las heridas
En esta cultura del cuarto chakra, el lenguaje de la intimidad se apoya en las heridas. Para la mayoría de las personas occidentales, antes de los años sesenta, una conversación aceptable consistía principalmente en el intercambio de datos relativos a los tres primeros chakras: nombre, lugar de origen, trabajo y aficiones. Rara vez alguna persona revelaba detalles sobre sus deseos sexuales o las profundidades de sus tormentos psíquicos o afectivos. Nuestra cultura aún no se sentía cómoda con ese tipo de conversaciones, y carecíamos del vocabulario para ellas.
Pero desde que se convirtió en cultura del cuarto chakra, hemos adquirido una especie de fluidez terapéutica y, al mismo tiempo, creado un nuevo lenguaje para la intimidad que yo llamo «heridología». Ahora hacemos de la revelación y el intercambio de heridas la sustancia de nuestra conversación; en realidad, los utilizamos como si fuera pegamento para fortalecer la relación. En efecto, hemos adquirido tal dominio en esto que hemos convertido nuestras heridas en una especie de «moneda relacional» y la empleamos para dominar situaciones y a personas. Los incontables grupos de apoyo creados para ayudar a las personas a trabajar en sus historiales de abuso sexual, incesto, adicción y malos tratos, por nombrar unos pocos, sólo sirven para asentar más la «heridología» como el idioma contemporáneo de la intimidad. En el seno de estos grupos de apoyo bien intencionados, se recibe, a veces por primera vez, la necesaria validación de los daños que se han soportado. La compasión de los solícitos miembros del grupo se percibe como un largo trago de agua fresca en un día caluroso y seco
Sin un programa establecido para la curación, corremos el peligro de hacernos adictos a lo que consideramos apoyo y compasión; comenzamos a creer que necesitamos más y más tiempo para «procesar» las heridas. Dado que se ve el vencimiento del plazo para este apoyo, los miembros de estos grupos suelen aferrarse a él con una desesperación que más o menos quiere decir: «Jamás me iré de aquí porque es el único lugar donde he encontrado apoyo. En mi mundo ordinario no cuento con ningún apoyo; por lo tanto seguiré viviendo “en proceso” y entre personas que comprenden lo que he sufrido.»
El problema de estos sistemas de apoyo es la dificultad para decirle a una persona que ya ha recibido suficiente apoyo y que necesita continuar con el asunto de vivir. En muchos sentidos este problema refleja nuestra comprensión tergiversada de la compasión. La compasión, emoción del cuarto chakra, es la fuerza para respetar el sufrimiento de otra persona a la vez que se devuelve el poder a la propia vida. Dado que durante mucho tiempo nuestra cultura no ha dado tiempo para sanar el corazón, y ni siquiera reconocía la necesidad de darlo, ahora compensamos excesivamente ese fallo no fijando ningún límite de tiempo en torno a esa curación. Nos hace falta crear un modelo de relación íntima sana, que sea poderosa y esté capacitada pero continúe siendo vulnerable. En estos momentos definimos «sano» o «sanado» como lo contrario de «necesitado»; por lo tanto, estar sano o sanado significa ser totalmente auto suficiente, siempre positivo, siempre feliz, siempre seguro de sí mismo, y no necesitar jamás a nadie. Con razón son pocas las personas que se consideran «sanadas».
El camino hacia el corazón poderoso.
La curación es sencilla, pero no fácil. Los pasos son pocos, pero exigen un gran esfuerzo. A muchas personas les asusta conocerse porque están convencidas de que el conocimiento propio significa que tendrán que vivir solas, sin sus actuales amistades y parejas. Si bien el efecto a corto plazo del conocimiento propio puede ser causa de cambios, el desarrollo a largo plazo, alimentado por la conciencia, no por el temor, será más satisfactorio. No tiene sentido querer ser consciente intuitivamente y después trabajar para impedir que esa conciencia nos altere la vida. El único camino hacia la conciencia espiritual pasa por el corazón. La verdad no es negociable, sea cual sea la tradición que se elija como medio para conocer lo Divino. El amor es poder divino.
Lo curioso respecto a la curación es que según con quien uno hable puede llegar a creer que, o bien no hay nada más fácil, o bien no hay nada más complicado.
El cuarto chakra es el centro del sistema energético humano. Todo lo que ocurre en nuestra vida y a su alrededor se decide al calor de nuestro corazón. Todos tendremos experiencias que nos «partirán el corazón» y lo dejarán abierto de par en par. Al margen de la forma en que se nos parta el corazón, la elección será siempre la misma: ¿Qué voy a hacer con este dolor? ¿Lo voy a utilizar como pretexto para dar más autoridad al miedo, o puedo liberarme de la autoridad del mundo físico mediante un acto de perdón? Esta pregunta, contenida en el cuarto chakra, se nos presentará una y otra vez en la vida hasta que la respuesta que demos sea nuestra liberación.